jueves, 25 de enero de 2018

Sueños Despierto. Darle un final.

Pocos amigos frecuentaban el cuarto de Julian. Algunos apenas hacían sonar el teléfono. Aquello inquietaba al inseguro Julian, siempre creyendo que nadie lo quería. Recordaba a menudo su vida infantil, especialmente cuando acudía a la primaria. Solía sentarse en el ultimo banco para que nadie notara su presencia. Nunca levantaba la mano cuando la maestra preguntaba algo, miraba sus manos que bailaban el lápiz y esperaba atentamente la respuesta de algún otro compañero. Tenia miedo. Miedo de abrir la boca y que de ella salieran palabras equivocadas.
Aunque solía acertar rápidamente, tartamudear en publico era un suicidio social, se decía a si mismo. 
En la adolescencia frecuentaba la casa de una de sus compañeras. Linda era su nombre, aunque Julian sentía que aquel nombre abarcaba muchas cosas mas, muchas que ni su nombre podía encerrarlas con un moño.
Una tarde hicieron el amor por primera vez, en Julian quedo impreso la gran extensión de sus piernas que acariciaba incesantemente como si se tratase de la piel de un felino. Suaves y rígidas, las piernas de Linda brillaban como dos grandes montañas recortadas en un amanecer. Por momentos acurrucaba su cabeza sobre sus pequeños senos, algo duros por efecto de sus huesos, y sentía detener el tiempo.
Varias veces volvieron a el aquellas imágenes cuando Ella solía dormir en su cama, podía Julian disfrutar de sus sexo con mayor adultes, pero la calidez de sus senos lo devolvían a la imagen de su adolescencia. 
Linda hablaba de sus sueños con recurrencia y yo la escuchaba, me tumbaba sobre sus piernas y observando el techo de madera de su habitación, recreaba con mi imaginación sus sueños. Es un habito que aun conservo y es el que me permite, a mi entender, poder sentir mayor empatia con la gente. Aunque no tenga amigos, cualquier persona se siente cómoda hablándome, contándome sus desgracias como si fuese una especie de budu espiritual liberador de almas; o al menos así subía algo mi autoestima.
Yo las escucho, me involucro, y de repente me transformo en esa persona; dialogo con su vida. Algunas veces lo hago demás pero la metamorfosis termina siendo divertida.
En aquel entonces, Linda soñaba con ser actriz y como yo estaba comenzando a incursionar en las artes escénicas, no debía hacer un gran esfuerzo para involucrarme con lo que ella contaba. Libremente podía estar horas y horas charlando sobre obras teatrales, música, actores, teatros y todo tipo de cosas. Linda sonreía con frecuencia, era una muchacha muy dulce pero terca, peleábamos a menudo pero al cabo de un rato nos abrazábamos como si fuéramos bebes. Supongo que ella buscaba en mi un abrazo paternal porque yo si buscaba el abrazo de una madre; o quizás no. Jamas hablamos sobre nuestros padres. Como eramos ambos hijos únicos, tampoco de hermanos. Eso me gustaba, teníamos algunas cosas en común, pero sobre padres, de eso nunca pude saber.
Linda era poco sociable y se sentaba junto a mi cuando su compañera de banco faltaba, a mi me daba igual, casi no hablaba y su compania era bastante tranquila. Una mañana intercambiamos palabras en una tarea de historia, Linda sabia bastante para mi sorpresa entonces me pareció oportuno conocerla un poco mas. A la salida de la escuela caminamos juntos hasta la parada, mientras hablábamos pestes del profesor de matemática. Verdaderamente era un ser divino, mágico y por ello me costo mucho tiempo después decirle que me gustaba.
Mi timidez con las mujeres viene de muy chico, en si con todo ser vivo, pero cuando alguien me interesaba no podía evitar cerrar la boca y omitir sonido, esperando que los demás se dignen a hablar por mi. Pero con Linda fue distinto. Aquel día ella me invito a caminar hasta su casa, luego entramos, y al cabo de unas horas estábamos desnudos en su cama. Mi padre me había dicho que la primera vez con una mujer debía ser especial, debía hacerla sentir especial ya que para ellas era un momento que marcaba sus vidas como mujeres. Me repetía como debía cuidarme y que no olvidara hacerla sentir amada. Pero yo no amaba a la Linda, solo me parecía linda e interesante, y cuando llego el momento olvide todo lo que mi padre había hablando incesantemente y deje que ella me guiara. Como siempre fui espectador de mi propia obra.
Toda la secundaria hice el amor con Linda hasta que nos graduamos y ella se enamoro apasionadamente de uno de sus vecinos que vivía a unas cuadras de su casa. Creo que antes de saberlo lo sospechaba, aquel muchacho la veía a Linda de una forma que jamas pude encontrar en otro ser humano. Sus ojos se iluminaban cuando ella reía, toda expresión de su rostro se cambiaba cuando la encontraba en la plaza. El era dos años mayor que nosotros pero compartia los recreos y algunas tardes. A mi me generaba dulzura verlo tan efusivo con Linda, envidiaba su mirada y los movimientos de su cuerpo, eran cosas que yo sabia perfectamente nunca podría darle a Linda, y Linda también lo sabia. Quizás por eso dejo de verme tan seguido en los recreos y prefería pasarlos con el, en ese momento nació su amor. Para aquel entonces yo estaba transitando la depresión por la muerte de mi padre, así que preferí que Linda buscara confort en ese muchacho tan simpático.
Linda se fue de mi vida sin decir palabras, como todos se han ido. Mi padre se marcho igual, algunos amigos también lo hicieron y Linda después de tantos años, retomo la desdicha de mi vida.
Aquella a la cual le escapo continuamente, Linda volvió abrir su puerta. Una puerta a la cual nunca he podido darle un final. Tantas cosas han quedado inconclusas, desde libros hasta personas, pero ninguna he podido darle su final, quizás sea por ser tan esperanzado, por creer que volverán. Ya no lo se.

"Darle un final", se repitió Julian en silencio. Debía darle un final a la locura en que se había metido desde que frecuentaba a Ella. Hacia meses que Ella lo tenia atado a una vida aun mas agobiante que la suya. Sus repentinas apariciones y desapariciones, lo hundían a Julian en un poso igual de grande que sus tazas de café, y ya era hora de salir. ¿Deseaba con fuerza Julian salir de esa gran taza?. Eso si era un gran enigma en su vida.
La ultima vez que la había visto Ella habia abandonado la habitación sin decir adiós, Julian intento reiteradas veces llamarla pero nunca contesto. Llego a pensar que algo grave le había sucedido o que quizás (raramente) había salido de viaje. Pero ninguna de las dos encuadraba para Julian. En la resignación, siguió esperando cada miércoles verla volver por la librería, pero nada sucedió. La espera calcomia la mente de Julian, desesperado, no encontraba ninguna señal de Ella, nada que pudiera al menos confirmar si aun respiraba. "Esto no puede quedar así", se dijo Julian una tarde ya sin esperanzas.
Hasta que apareció. Entro a la librería un miércoles lluvioso, su pelo rubio mojado caía sobre sus hombros igual a como julian lo recordaba; su rostro sin expresión silencio el local. Julian la observo anonadado, no entraba en su mente aquel cuerpo que veía danzar entre los libros. Un dejo de felicidad dibujo una sonrisa inesperada para Julian. Su aliento se espeso, dejando su mirada clavada en el cabello mojado de Ella. Se acerco a donde ella estaba y la miro mientras ella revolvía unos libros esperando que pudiese percibir que el estaba ahí. Habia pasado tanto tiempo sin verla que no creia que estaba junto a su cuerpo tan fragil como Julian lo recordaba.
Durante el mes que no supo nada de Ella, Julian volvía por las noches a su departamento sintiéndose inquieto. Hubo días en que directamente evadía sus pensamientos con cualquier tipo de lectura o hasta solo con el silencio de su cuarto. La soledad no lo atormentaba, pero la indiferencia lo hacia sentir desgraciado. se imaginaba atrapado en un pueblo donde no conocía a nadie y los pocos habitantes, al no reconocerlo, lo evadían y el desbordaba en llanto al no entender que sucedía, porque no podían verlo. Días enteros Julian retomaba a su rutina como si fuera un títere, sus brazos se movían por inercia, y su cabeza respondía afirmativo por pura fuerza de la gravedad. Armaba oraciones que repetía continuamente. "Buenos días", "Buenas tardes", "Buenas noches", "Gracias, que tenga buen día", "Son $150, efectivo o crédito", "Adiós".
Adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós. Maldito adiós, ¿Por que no lo dijiste? ¿Por que te fuiste sin decirlo? Todo el mundo cuando sale de un lugar lo dice, esta en la propia idiosincrasia del ser humano decirlo. ¿Que clase de ser eres que no podes agregarlo a tu ultima oración?. Adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós.
La miro fijamente, espero, el adiós se repetía, retumbaba en la cabeza de Julian.
Ella volteo la mirada y lo miro. Deslizo sus ojos al piso.
"Perdón Julian, no supe como decirte que tenia que irme."
Julian despertó, era de día temprano pensó en su interior. Camino algo mareado a la cocina, escucho algunos ruidos. Agarro un palo que solía esconder detrás de la puerta, no era la primera vez que alguien intentaba entrar al departamento, en especial su madre. Se acerco sigilosamente hasta que la vio, era Ella. Estaba desnuda sentada en una silla con los sentidos perdidos en algún lugar. Se acerco a donde Julian estaba y tomo su cara con fuerza. "Hoy dormiste mucho."
Julian sonrió desconcertado, sujeto fuerte su cabeza contra su pecho mientras miraba perdido el horizonte que se formaba entre la cocina y la ventana. Una leve hendija dejaba entrar un aire fresco. Era otoño, su estación favorita, la misma cuando su padre marcho, la misma en que Linda se enamoro de aquel vecino simpático. La misma que cuando Ella apareció.





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