sábado, 6 de enero de 2018

Cae y nada pasa.

Solo al sentir unos días se ausencia, percibo en mi un  dolor en el pecho demasiado agudo y profundo, como si algo me estuviese haciendo falta; o como si al aire le faltara un purificador que elimine todas las bacterias nocivas del vivir. ¿Qué sera de mi cuando verdaderamente no estés? ¿Cuando ciertamente tu cuerpo como vino se haya ido y no se halle ninguna forma de encontrarte?
Muchas veces extrañe, muchas veces sentí un golpe seco en alguna parte de mi cuerpo, pero este dolor se ha vuelto mas profundo; o mejor dicho, siempre ha sido de una particularidad única. Mi cuerpo necesita, busca el mínimo aroma que me envuelva como una sabana, que me devuelva su imagen. Mis sentidos se unen para buscar dándole forma con mis yemas, como con mis ojos, con todo aquello que tenga al alcance. Por momentos me convierto en una costurera, junto cada parte y la voy uniendo con hilo y aguja, de la manera que pueda, pero sin perder el punto final, hacerte aparecer. 

Desde que te conozco mi imaginación a podido dibujarte en mi mente como si latieras de verdad al lado mio. Despues de cocer cada parte, tus latidos vuelven a mi, tu perfume envuelve el espacio, tus ojos se abren renovados de un largo sueño. 

Ahora mismo puedo imaginarme que soy tus pies, puedo ver tus largos dedos, las uñas cortas y deformes, cada vena late despacio sumidas en un vaivén. Tus tobillos, finos y alargados, los veo, veo el bello de tus pantorrillas, siento correr la sangre por las que ahora son mis venas y mis arterias. Y ahí levanto la mirada, frente a mi se dibuja el horizonte del mar, entre mis dedos corre el aire frió de la playa, la arena húmeda besa mis pies poco a poco que el agua fría y salada se acerca a donde me encuentro. 

Desearía estar ahí donde estas. 

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