lunes, 5 de diciembre de 2016

El tabaco huele húmedo
y es que mis sueños construidos se humedecen  cuando por debajo los dejo flotar libremente.
si yo no soy de nadie, ¿Por qué dejo al libre albedrío mis alas para que retomen vuelvo?
Tal vez estoy encantada con la maravilla del cielo, que refleja sus pupilas. De la puesta de sol escondida detrás de la laguna. Aquellos ojos que me sonríen, aquellas pestañas que se abren como las mariposas cuando emprenden el vuelo. Y es el aroma a tabaco húmedo de los labios que juntos forman el ángulo ideal, que no pierden la estabilidad cuando se separan mis fieles amigos.
¿Y que hay de mi cuándo pienso, cuando te verbalizo, amor?
El amor, esa palabra. Esa palabra echa carne. ¿Y que hay de mi tiempo cuando se esfuma como el viento?
El tiempo, esa palabra. Esa palabra echa carne. ¿Y que hay de mi cuerpo se estremece, cuando se desgasta, cuando brilla?
El sexo, esa palabra. Esa palabra echa carne. ¿Y que hay de mi cuando vos no estas?
Vos, esa palabra. Vos sos el sol. Yo soy el sol.
La infinitud de las presencias, lo escandaloso de mi risa y mis sueños, lo maravilloso de tu presencia y mi cantar. ¿Y que hay de mi cuando te escucho cantar? Amado el infinito, amado tu verbo echo carne.


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