sábado, 8 de agosto de 2015

Sueño Despierto


Julián y la hendija.

La lluvia lloraba al compás de un buenos aires húmedo, empañadas las ventas, el aroma seco y pesado entraba con prisa por la ventana del balcón y sumergía a Julián en la fantasía oscura de deslizar sus dedos por el cabello platinado de ella. Aquella tarde había recibido quizás la noticia menos esperable, por lo cual perplejo y algo emblanquecido no quiso ir a trabajar, despidiéndose de todo aquel amor que no deseaba dejar ir. Ella fue bastante clara pero Julián no lograba entenderla, marañas daban vueltas cerca de su cabeza buscando una respuesta que suene, para él clara y realista. Había creído ser lo bastante franco y auténtico pero no bastaba pensaba él, algo confuso fue a la cocina a preparar un té y volvió a perder la mirada en la liviana lluvia. Otra vez la humedad le daba la bienvenida pero esta vez por una pequeña ventana, una pequeña hendija que él veía como una paradoja de lo que sentía por ella. A la imagen que él había recreado para ella, él se había sentido una gran ventana y ella había devuelto la misma jugada con una hendija muy pequeña. Eso creía y reafirmaba Julián mientras tomaba el té cada vez más hervido, cada vez más venenoso. Dejo caer sus ojos en la taza, el aroma se volvía fuerte y agrio, el color comenzaba a fundirse en tonalidades verdosas, algunas amarrillas, rojas, negro. El gusto era asqueroso, suicida pensó Julián, tarde ya que sus ojos comenzaron a cerrarse. Mientras lentamente iba cayendo sobre el piso de la cocina, la mente inundada de recuerdos lo dejo dar un último respiro antes de entrar en trance una vez más. Alcanzo estirar el brazo sobre la mesada y con todas sus fuerzas se sostuvo enclenque y confundido. Por dentro Julián no se reconocía, nunca se había encontrado del todo con quien reposaba en su mente. Largos fajones de dinero había depositado en interminables psicólogos pero ninguno lo había asesorado como él necesitaba. Estas cosas recordaba Julián cuando su relación con su madre se desvanecía a cada segundo, cuando recordaba la última imagen de ella en su cocina, en sus múltiples fracasos como actor, en el patético trabajo par time en la librería y en las largas horas que perdía leyendo encontrando su respuesta. Camino hacia la habitación, prendió la luz y vio su absurdo cuarto, en una esquina cama desecha, en el otro la biblioteca, enfrente la venta, sobre ella otra hendija y ahora estaba él mismo viéndose proyectado de la baldosa a la hendija. El amor lo comenzaba a convertir ahora en una hendija, era tiempo de cambiar de forma reía Julián al verse como una de ellas, un ferviente respiro a aquel encierro que ella interpretaba como la vida. La tregua frente a la moralista forma de amar, la hendija dejaba entrar lluvia, sol, humedad, frío, calor y amor; Julián tomaba un trago de un pequeño frasquito color verde y se topaba con Alicia quien sacudía sus brazos señalando la hendija por la cual Julián debía pasar ya en estado diminuto, para poder entrar al mundo de ella. Del otro lado todo era siempre nuevo y sorprendente para julián quien poco a poco había comenzado a acostumbrarse a las desaparecidas figuras de ella, a las llamadas repentinas a las tres de la mañana y sobre todo a la frialdad de sus manos. Convertido en pequeño, julián se sentía más dócil para ser amado, más comprensible diría él pero el caso era que hoy en su película él era un gigante y ella una sombra diminuta. Confesarle que no lo amaba, confesarle sus prioridades, confesarle su egoísmo había aniquilado todo sentido comprensivo y libre de Julián. El era un hombre que conocía bastante bien cuando ella hablaba de su egoísmo, él lo era en definitiva y podía tolerarlo, tal vez no por mucho tiempo, pero él se sentía capaz. Gritos desgarradores volvían a la mente una vez que se vio acostado sobre la cama consumido por el veneno. Por la hendija seguía entrando algo de humedad, la lluvia musicalizaba el recuerdo latente del último intento de decir adiós. Tomo su mano para sentirse un poco más parte de ella, levanto su mirada queriendo buscar la complicidad que los  había unido y otra vez su imagen se fundía en el negro sepulcro del adiós, la puerta blanca se cerraba y Julián se veía sumergido otra vez en el mismo. No había caso, dijo en voz alta Julián, “ya estoy jugado, gracias”, repitió varias veces.
Se despertó algo exaltado, miro su reloj y eran recién las ocho de la noche. Vio por la hendija de la ventana y la lluvia había cesado pero se sentía bastante aroma de tierra mojada y obviamente  la humedad seguí saludándolo desde afuera. Camino al comedor algo mareado por la abrupta siesta dejando sus ojos sobre las baldosa, levanto la mirada y la encontró, ella estaba sentada frente al ventanal fumando un cigarrillo ida completamente sobre el fondo de la ciudad, él podía distinguir su mirada perdida por entre medio de los edificios. Refregó sus ojos de una manera fuerte para poder quitarse esa imagen que creía estar fantaseando, recupero la vista y ella seguí sentada en el mismo lugar sentada fumando con la misma mirada ida. Giro la cabeza y lo observo atentamente
-Hola, perdóname por haber venido sin avisar, toque varias veces el timbre y nadie atendía, entonces- acercándose a Julián- recordé que tenía un juego de llaves y entre.
-¿Para qué viniste?- Pregunto tragando saliva de la forma enérgica que Julián acostumbraba hacer
-Te vi dormir y quise esperar a que te despertaras, necesito que hablemos Julián.
-Ya hablamos bastante- Camino apresurado directo a la mesa, prendiendo un cigarrillo la observo mientras ella se acercaba, sentándose en su regazo lo beso de la forma en que Julián perdía automáticamente sus defensas y la debilidad pasaba a manejar sus sentidos.
-Dijiste que ibas a estar ocupada, no entiendo porque te tomaste la molestia de venir hasta acá y en sima con este clima- acarició su pelo- no me gusta la idea de que te enfermes.
-Hoy es miércoles Julián, sabes que me gusta venir aunque no quieras verme.
Ella tomo su mano y lo condujo a la habitación tomando su rostro y volviéndolo a besar, primero sus labios entregados, luego su cuello. Julián tomo su cintura y se dejó a si mismo ser una vez más la hendija de su vida. Se besaban apretando ambos labios dibujando figuras abstractas, mordiendo la dulce plegaria de un niño que pedía a gritos no ser abandonado una vez más; las manos de Julián modelaban esa piel blanca y fría, como un escultor tallaba cada engranaje del delgado cuerpo que sentía rentado solo por el día de hoy. Cayeron sobre la pista de salida encasillando como un rompecabezas cada pieza de ambos cuerpos, Julián sentía como cada vez más se habría la hendija que lo dejaría penetrarla tanto como la pasión lo llamaba a amarla.

Julián se despertó exaltado abrió rápidamente los ojos y miro a su costado, ella no estaba. Tomo su frente limpiándose el sudor y pensó por dentro que otra vez había creído que su visita  había de ser algo material pero otra vez comenzaba a sentir el frío producto de lo que él llamaba soñar despierto. De todas formas comenzó a buscarla. Camino al comedor, a la cocina, fue al baño, busco en el balcón y ella no estaba. Trepaba las paredes intentando sentir su aroma y nada venía a él. Camino algo conmocionado por la habitación, la cama estaba desecha pero él no solía hacer jamás entonces era tal vez entendible la confusión. Miro por la ventana y el día seguía gris, pero la lluvia había cesado. Tomo un cigarrillo, lo encendió, fumo pequeñas pitadas con la mirada ida entre los edificios intentando recordar si había vivido una fantasía, un sueño o ella nuevamente se había escapado sin dejar advertencias. Fue a la cocina mirando la hora se río, eran las doce de la noche, había dormido todo el día y un mal sueño le había jugado un gran partido dejándolo con demasiadas tentaciones y deseos de tenerla, tomo el teléfono y marco su número, debía confirmar lo que había creído vivir. Marco reiteradas veces y nadie atendió.

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