Sueño Despierto
Julián y la hendija.
La lluvia lloraba al compás de un
buenos aires húmedo, empañadas las ventas, el aroma seco y pesado entraba con
prisa por la ventana del balcón y sumergía a Julián en la fantasía oscura de
deslizar sus dedos por el cabello platinado de ella. Aquella tarde había
recibido quizás la noticia menos esperable, por lo cual perplejo y algo
emblanquecido no quiso ir a trabajar, despidiéndose de todo aquel amor que no
deseaba dejar ir. Ella fue bastante clara pero Julián no lograba entenderla,
marañas daban vueltas cerca de su cabeza buscando una respuesta que suene, para
él clara y realista. Había creído ser lo bastante franco y auténtico pero no
bastaba pensaba él, algo confuso fue a la cocina a preparar un té y volvió a
perder la mirada en la liviana lluvia. Otra vez la humedad le daba la
bienvenida pero esta vez por una pequeña ventana, una pequeña hendija que él
veía como una paradoja de lo que sentía por ella. A la imagen que él había
recreado para ella, él se había sentido una gran ventana y ella había devuelto la
misma jugada con una hendija muy pequeña. Eso creía y reafirmaba Julián
mientras tomaba el té cada vez más hervido, cada vez más venenoso. Dejo caer
sus ojos en la taza, el aroma se volvía fuerte y agrio, el color comenzaba a
fundirse en tonalidades verdosas, algunas amarrillas, rojas, negro. El gusto
era asqueroso, suicida pensó Julián, tarde ya que sus ojos comenzaron a
cerrarse. Mientras lentamente iba cayendo sobre el piso de la cocina, la mente
inundada de recuerdos lo dejo dar un último respiro antes de entrar en trance
una vez más. Alcanzo estirar el brazo sobre la mesada y con todas sus fuerzas
se sostuvo enclenque y confundido. Por dentro Julián no se reconocía, nunca se
había encontrado del todo con quien reposaba en su mente. Largos fajones de dinero
había depositado en interminables psicólogos pero ninguno lo había asesorado
como él necesitaba. Estas cosas recordaba Julián cuando su relación con su
madre se desvanecía a cada segundo, cuando recordaba la última imagen de ella
en su cocina, en sus múltiples fracasos como actor, en el patético trabajo par
time en la librería y en las largas horas que perdía leyendo encontrando su
respuesta. Camino hacia la habitación, prendió la luz y vio su absurdo cuarto,
en una esquina cama desecha, en el otro la biblioteca, enfrente la venta, sobre
ella otra hendija y ahora estaba él mismo viéndose proyectado de la baldosa a
la hendija. El amor lo comenzaba a convertir ahora en una hendija, era tiempo
de cambiar de forma reía Julián al verse como una de ellas, un ferviente
respiro a aquel encierro que ella interpretaba como la vida. La tregua frente a
la moralista forma de amar, la hendija dejaba entrar lluvia, sol, humedad,
frío, calor y amor; Julián tomaba un trago de un pequeño frasquito color verde
y se topaba con Alicia quien sacudía sus brazos señalando la hendija por la
cual Julián debía pasar ya en estado diminuto, para poder entrar al mundo de
ella. Del otro lado todo era siempre nuevo y sorprendente para julián quien
poco a poco había comenzado a acostumbrarse a las desaparecidas figuras de
ella, a las llamadas repentinas a las tres de la mañana y sobre todo a la
frialdad de sus manos. Convertido en pequeño, julián se sentía más dócil para
ser amado, más comprensible diría él pero el caso era que hoy en su película él
era un gigante y ella una sombra diminuta. Confesarle que no lo amaba, confesarle
sus prioridades, confesarle su egoísmo había aniquilado todo sentido
comprensivo y libre de Julián. El era un hombre que conocía bastante bien
cuando ella hablaba de su egoísmo, él lo era en definitiva y podía tolerarlo,
tal vez no por mucho tiempo, pero él se sentía capaz. Gritos desgarradores
volvían a la mente una vez que se vio acostado sobre la cama consumido por el
veneno. Por la hendija seguía entrando algo de humedad, la lluvia musicalizaba
el recuerdo latente del último intento de decir adiós. Tomo su mano para
sentirse un poco más parte de ella, levanto su mirada queriendo buscar la
complicidad que los había unido y otra
vez su imagen se fundía en el negro sepulcro del adiós, la puerta blanca se
cerraba y Julián se veía sumergido otra vez en el mismo. No había caso, dijo en
voz alta Julián, “ya estoy jugado, gracias”, repitió varias veces.
Se despertó algo exaltado, miro
su reloj y eran recién las ocho de la noche. Vio por la hendija de la ventana y
la lluvia había cesado pero se sentía bastante aroma de tierra mojada y
obviamente la humedad seguí saludándolo
desde afuera. Camino al comedor algo mareado por la abrupta siesta dejando sus
ojos sobre las baldosa, levanto la mirada y la encontró, ella estaba sentada
frente al ventanal fumando un cigarrillo ida completamente sobre el fondo de la
ciudad, él podía distinguir su mirada perdida por entre medio de los edificios.
Refregó sus ojos de una manera fuerte para poder quitarse esa imagen que creía
estar fantaseando, recupero la vista y ella seguí sentada en el mismo lugar
sentada fumando con la misma mirada ida. Giro la cabeza y lo observo
atentamente
-Hola, perdóname por haber venido
sin avisar, toque varias veces el timbre y nadie atendía, entonces- acercándose
a Julián- recordé que tenía un juego de llaves y entre.
-¿Para qué viniste?- Pregunto
tragando saliva de la forma enérgica que Julián acostumbraba hacer
-Te vi dormir y quise esperar a
que te despertaras, necesito que hablemos Julián.
-Ya hablamos bastante- Camino
apresurado directo a la mesa, prendiendo un cigarrillo la observo mientras ella
se acercaba, sentándose en su regazo lo beso de la forma en que Julián perdía
automáticamente sus defensas y la debilidad pasaba a manejar sus sentidos.
-Dijiste que ibas a estar
ocupada, no entiendo porque te tomaste la molestia de venir hasta acá y en sima
con este clima- acarició su pelo- no me gusta la idea de que te enfermes.
-Hoy es miércoles Julián, sabes
que me gusta venir aunque no quieras verme.
Ella tomo su mano y lo condujo a
la habitación tomando su rostro y volviéndolo a besar, primero sus labios
entregados, luego su cuello. Julián tomo su cintura y se dejó a si mismo ser
una vez más la hendija de su vida. Se besaban apretando ambos labios dibujando
figuras abstractas, mordiendo la dulce plegaria de un niño que pedía a gritos
no ser abandonado una vez más; las manos de Julián modelaban esa piel blanca y
fría, como un escultor tallaba cada engranaje del delgado cuerpo que sentía
rentado solo por el día de hoy. Cayeron sobre la pista de salida encasillando
como un rompecabezas cada pieza de ambos cuerpos, Julián sentía como cada vez
más se habría la hendija que lo dejaría penetrarla tanto como la pasión lo
llamaba a amarla.
Julián se despertó exaltado abrió
rápidamente los ojos y miro a su costado, ella no estaba. Tomo su frente
limpiándose el sudor y pensó por dentro que otra vez había creído que su
visita había de ser algo material pero
otra vez comenzaba a sentir el frío producto de lo que él llamaba soñar
despierto. De todas formas comenzó a buscarla. Camino al comedor, a la cocina,
fue al baño, busco en el balcón y ella no estaba. Trepaba las paredes
intentando sentir su aroma y nada venía a él. Camino algo conmocionado por la
habitación, la cama estaba desecha pero él no solía hacer jamás entonces era
tal vez entendible la confusión. Miro por la ventana y el día seguía gris, pero
la lluvia había cesado. Tomo un cigarrillo, lo encendió, fumo pequeñas pitadas
con la mirada ida entre los edificios intentando recordar si había vivido una
fantasía, un sueño o ella nuevamente se había escapado sin dejar advertencias.
Fue a la cocina mirando la hora se río, eran las doce de la noche, había
dormido todo el día y un mal sueño le había jugado un gran partido dejándolo
con demasiadas tentaciones y deseos de tenerla, tomo el teléfono y marco su
número, debía confirmar lo que había creído vivir. Marco reiteradas veces y
nadie atendió.
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