miércoles, 19 de agosto de 2015

Julián ronronea

La primera tarde que salimos estuvo repleta de incomodos silencios que no podía borrar, tampoco quería hacerlo. Después de mucho tiempo comprendí que el rutinario silencio entre ambos era una de las formas en las cuales mejor nos entendíamos. Gozábamos de las miradas, las muecas y el tibio rose para hacer los diálogos más llevaderos. Pero como dije, esto lo comprendí mucho tiempo después de convivir con ellos y no sentirlos de una forma sana. La había visto reiteradas veces entrar a la librería observando atento sus movimiento, las expresiones que manifestaba su rostro al encontrar algo dentro de algún libro que le llamase la atención y luego de aquella corrida ágil y algo kamikaze, sentía mucho temor e incertidumbre hablar con ella en otro contexto que no fuese la librería. Pasaron dos semanas en las cuales ella no volvió a pisar el local y lo entendía, un loco la había perseguido varias cuadras y para variar le había pasado su número, era esperable esa reacción y no me esperance en recibir su llamado tan rápido. Pero al cabo de dos semanas sonó el tubo del teléfono y una voz bastante aguda pregunto por mí, en un primer momento creía que era alguna operadora pero al cabo de segundos me dijo que era ella. Eufórico respondí que hablaba Julián y desde ese día no hubo retorno. Hablamos un corto tiempo pero este basto para que le pidiera tímidamente vernos, ella tardo unos segundos en responder, en se lapso creí que vendría el rotundo “No, no puedo, tengo novio, él se enojaría” pero para mi sorpresa ella excedió  y quedamos en vernos el miércoles a la salida de mi turno. Me pareció algo peculiar que eligiera el miércoles ya que ella acostumbraba ir todos los miércoles a la librería, intente tomarlo como una casualidad más de la vida. La lleve a un café algo alejado del local, no quería que mis compañeros me vieran con ella, era un hombre de pocas mujeres y al verme con una  sentía que vendrían las preguntas obvias que no deseaba responder. Estaba bastante tranquilo para mi sorpresa que no deseaba que ninguna maraña entrara en mí, sabía y pronosticaba como terminaría esto pero me deje llevar por el impulso de ser Julián, el protagonista de su propia película.
Me sentía algo cansado cuando me encontré con ella, me pregunto sino quería que lo dejáramos para otro momento, respondí que no. Hablamos varias horas, por momentos los silencios eran avasallantes, la podía observar pero su rostro no respondía al que había observado durante tanto tiempo era quizás a que cuando marcaba esas expresiones era por algún libro que leí y sus sonrisas directas a mi yugular eran síntomas de complicidad frente a lo que estaba sumergida. Mire mi taza, como acostumbraba a hacer, y el té cambiaba de color constantemente, ella hablaba de gatos y más gatos y mi taza cambiaba de forma, una y otra vez más gatos, más tazas moviéndose. Cuando levante la mirada estaba en un cuarto algo pequeño pero acogedor, mire a mis costados los muebles eran bastante grandes y mi cercanía con el piso era diminuta. Vi la hendija de la puerta y salí a caminar, sentía bastante temperatura en mi cuerpo pero era marzo y la humedad siempre me había atormentado. Escuche unos pasos acercarse parecía lejanos y me aturdían bastante. “Michi, ¿Dónde estás?”, escuche a lo lejos si entender donde estaba, los muebles no era familiares tampoco me sentía dentro de mi cuerpo algo me estaba nublando la vista. Sueño, sentía mucho sueño, me recosté sobre el piso frío y los pasos comenzaron a ser más y más cercanos.
-¡Con  que acá estabas!- Ella se agacho y me sostuvo como si fuera un animal, acariciaba mi cuerpo que al compás de sus dedos comenzaba a excitarse. Pensé “Esto no puedo estar pasándome, Julián no estás loco”. Ella seguía contorneando sus manos por mi pellejo, el fuego la pasión me llenaban cada vez más
-Vamos que voy a darte de comer, pequeño de mamá- Dijo trasladándome a otro cuarto que pude identificar como la cocina. Me dejo en el piso, acerco un pequeño recipiente con confites que olían a forrajería y otro recipiente del mismo tamaño con agua, observe anonadado y sin entender de que se traba esta locura en la cual me había metido. Di vueltas por la gran cocina oliendo cada rincón, mirando desde una dimensión muy pequeña muebles de cocina, una heladera, una cocina. Me acerque a ella y vi mi reflejo, ahí estaba Julián siendo lo que no quería ser, siendo un personaje más de la locura de una mujer que práctico sobre mi cuerpo uno de los peores hechizos. Yo era ahora un gato, la mascota de alguien, mi cuerpo había tomado forma de algo tierno y adorable que ronroneaba y olía a forrajería. Hasta qué punto llegaba mi locura me preguntaba mientras lamia las que ahora eran mis patas acariciando mis largos bigotes guiadores de nuevas aventuras. Ella volvió y me tomo en sus brazos, esta vez aproveche ser un gato para esconderme entre sus pechos acariciándolos suavemente sintiéndolos de forma maternal y a la vez deseando hacerlos propios. Ronroneaba mientras la excitación ahogaba mi aliento haciéndome rehén de sus gustos, de su locura tan abierta y dispuesta hacerla mía, observando cada segundo ese mentón, el largo cuello que lo unía a su rostro, la nariz fría y aquellas manos que en un canto de cuna me hicieron volver al regazo de mi madre hasta el momento en el que ella estuvo y se fue. Abrí mis ojos y ella me observaba atentamente
-¿Estas bien Julián?- Me preguntó algo asustada.
-Si-Pensé rápidamente que contestar mientras me reponía de aquel placentero viaje- Me quede observando la taza, discúlpame. Ella río a carcajadas  por un largo rato invitándome a reírme de mi mismo. No me importaba la forma que había tomado, había sido un sueño tan patético y placentero. Quería contarle, pero sabía que la respuesta del otro lado iba a ser muy temerosa que decidí callar. Ella seguía riéndose tapando su gran boca con ambas manos, exclamó dando grandes carcajadas:
-Sos un loco Julián, me caes muy bien- Mirándome fijo me trasporto a vaya a saber donde y soñar despierto comenzó a ser algo así como el ronroneo para los gatos.

Hablamos de temas muy diversos, ella tomaba mis pocos dotes para el habla y lo exprimía sintiéndome una gran fruta naranja preparada para cuasi ser jugo. Me cuestione tiempo después no haber recopilado aquellas grandes charlas en mi cabeza, pero como usual no solía retener todo sino aquello que me parecía de importancia lo cual iba repitiendo dentro mío como si se tratase de una canción comercial. No se detenía ni un segundo cuando hablaba de sus pasiones oscuras por el arte, era una mujer creativa y a la vez simple, disfrutaba de cada momento en los cuales esbozaba un gran sonrisa y también de aquellos en los que su cuarto se transformaba en una ruina de amores pasado, lamentos y frustraciones. Ella solía llamarlos “Equilibrios”, raro para alguien como yo que iba de un extremo al otro constantemente, o era felicidad o era tristeza, no había un punto de equilibrio, un gris como me gustaba pensar. Los equilibrios para ella eran ese continium, el pasaje de un estado al otro, el nexo de sentimientos. Ella solía buscar siempre aquel equilibrio fiel a sus convicciones y al alma de revolucionaria que esperaba dentro suyo para salir y derrocar todo aquel discurso impuesto. De todas formas, la moralista forma de amar que tenía la hacía entrar en sus propias contradicciones, el equilibrio aquí dejaba de existir y aquello a lo que ella tanto detestaba se convertía en su caballito de batalla. Alguna que otra vez esbozaba un canto liberal pero ella sabía a ciencia cierta que por debajo bailaba la moral, su peor enemiga. Llegue a conocerla, diría que sus contradicciones fueron las que determinaron  nuestro vinculo, un día quería saltar por un barranco, otro deseaba cantar sobre praderas y los demás acariciar felinos. Si que era una mujer compleja de tratar pero para mí (alguien tan comprensible) no era tema nuevo, sino algo por lo cual me había acostumbrado. Crecí con la indiferencia de mi madre, una mujer estricta y rígida, pocas veces la podía observar reír o verla animada.  Era fuerte, no había nada que la derribara, su coraza era reforzada por su indiferencia que tenía con todos, hasta con su propio hijo. Solo una vez la vi llorar, cuando mi padre se fue y nos dejó. Esa noche comprendí el dolor del abandono materializado en las lágrimas de esa mujer perdida y desechada. Ese día marco como una fecha de celebración en un calendario el comienzo de nuestra forjada relación madre-hijo que siempre estuvo repleta de distantes conversaciones, de intentos rotundos de rearmar un vínculo que ya desde el vientre estuvo envenenado.  Siempre tuve la curiosidad latente de porque mi padre había creído elegirla como su compañera, amiga, amante, mujer como una vez escuche decir una de sus últimos momentos con vida. El falleció cuando yo tenía diecisiete años, fue una muerte algo esperable, ya que durante dos años transite su deterioro, su cuerpo se marchitaba al compás de las estaciones del año. Lo veía irse a cada segundo, cada suspiros, cada trago de café era un adiós yéndose solo como él creía sentirse. El cáncer consumió su cuerpo y con el todo resabio de esperanza hasta dejarlo inmóvil sobre una cama sin apenas poder abrir los ojos. Nuestros últimos momentos las pasábamos en la habitación del hospital, yo solía leerle los guiones que me tocaban interpretar ya que para esa época estaba comenzando a incursionar en las artes dramáticas. Él solo escuchaba u alguna que otra vez mostraba una pequeña mueca de satisfacción, calculo que le enorgullecía el camino que había elegido aunque nunca pude saberlo directamente salir de su boca. Después de su muerte me lleve conmigo esa duda y otras más, su pasividad y su esperanza quedaron en mí y fueron mis compañeras hasta el día de hoy. Él era un hombre pacifico, luchador de sus sueños que nunca lograba llevar acabo pero siempre con la fuerte mirando hacia adelante, quizás sea por él y por mi madre que he heredado la virtud de ser paciente. Nunca pude hablarle a ella sobre mis padres hablar mi madre era describir prácticamente mi relación nula con las mujeres y sentía que serviría como motor para espantarla, mi compleja relación las mujeres era una asignatura pendiente resolver en mi vida. Ellas siempre fueron un motor de inspiración para mis personajes y diría para mi forma oculta y apasionada de amarlas, en secreto las observaba y analizaba todos sus movimientos siendo una especia a mi criterio fantástico pero sin poder acercarme como deseaba. Hundido en mis propios prejuicios transite mi corta vida sin mostrarles quien verdaderamente era, la imagen que construí para ellas fue la de un casi héroe tan poco real para ser cierto, cayendo en mis propias contradicciones de ser una mentira por momentos insostenible. Creo elegí la actuación por aquella facilidad de imaginar y esconderme dentro de esas fantasías resguardándome como si ellas fueran mi gran coraza, la misma coraza que mi madre me enseñó a construir.
 Julián siempre quisiste romperla, ser la cosa misma renunciando a las cuerdas que te sostienen en pie, caminas con miedo despacio de caerte porque sabes perfectamente que el abismo te persigue a casa casillero que avanzas tirando esas cuerdas repletas de pasado podrido que vos mismo construiste. Hoy queres librarte de esto ¿Pero en base a qué?, si solo servís para medir el tiempo, calcularlo y escribirlo dependiendo absolutamente de él para ser esa tonta y patética imagen que creaste. Fundís todos los personajes que aprendiste y le diste voz para hacerlo uno, hacerlos Julián a la imagen y semejanza de lo que no deseas ser. No hay más que decirte y aclararte, perdido te siento Julián, mira a la mujer que tenes frente a tus ojos ¿Te mira raro no?, mira el Julián que le inventaste, observa la imagen irreal de lo que no sos, hablale, contale quien es Julián.

-Te amo- Escupí al mirarla acariciar mis ojos. Ella se detuvo y bajo sus manos, sus ojos marrones se clavaron en mi frente se sentía frío y distante no pude contener las ganas de vomitar aún más lo que sentía. “Aquí estoy” pensé, esto soy y esto deseo ser. Volví a besarla y otra vez sus manos frías acariciaron mi rostro gritando que ya no podía detenerme, el deseo inundaba la carne de aquel Julián que dejaba atrás para no volver a requerirlo. Auténticamente Julián dormido despertó. Creí que soñaba despierto.

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